Al
amanecer, cuando los primeros rayos de sol despertaban el latido de la vida, Kómmartt se acercó al cuarto dónde
descansaban sus dos hijos y les gritó:
- ¡Venga, arriba, gandules. Es hora de faenar!-.
Los jóvenes se revolvieron en sus camastros y de mala gana se pusieron en pie. Luego acompañaron a su padre hasta el embarcadero y lo ayudaron a cargar los útiles de pesca. A esa hora, la aldea de Aunzalia se despertaba mágica. En las casas, las gotas de rocío resbalaban por los tejados hasta caer con suavidad contra el suelo. Las calles estaban prácticamente vacías y sólo se veía por ellas a los pescadores que se dirigían al embarcadero para comenzar la jornada en el mar. Las pequeñas barcas de faenar, todas de colores diferentes, dibujaban en las tranquilas aguas un arco iris multicolor. Sin duda era el momento más especial del día, o al menos lo era para Kómmartt, hijo y nieto de pescadores, que intentaba introducir el oficio del mar en las alocadas y joviales mentes de sus dos hijos.
- ¡Venga, arriba, gandules. Es hora de faenar!-.
Los jóvenes se revolvieron en sus camastros y de mala gana se pusieron en pie. Luego acompañaron a su padre hasta el embarcadero y lo ayudaron a cargar los útiles de pesca. A esa hora, la aldea de Aunzalia se despertaba mágica. En las casas, las gotas de rocío resbalaban por los tejados hasta caer con suavidad contra el suelo. Las calles estaban prácticamente vacías y sólo se veía por ellas a los pescadores que se dirigían al embarcadero para comenzar la jornada en el mar. Las pequeñas barcas de faenar, todas de colores diferentes, dibujaban en las tranquilas aguas un arco iris multicolor. Sin duda era el momento más especial del día, o al menos lo era para Kómmartt, hijo y nieto de pescadores, que intentaba introducir el oficio del mar en las alocadas y joviales mentes de sus dos hijos.
Llevaban todo el día faenando, maestro y
aprendices al unísono en una desenfrenada y exhausta jornada. Las luces del
ocaso comenzaban a ganar protagonismo y se acercaba el momento de regresar al
hogar.
-Padre-, dijo uno de los jóvenes
mientras remaba. -¿Por qué las gaviotas son las únicas aves que sobrevuelan el
mar durante la noche?-
Kómmartt miró a su hijo con afabilidad y dijo:
-
¡Dejad de remar! Sentaos a mi lado y escuchad lo que os voy a narrar-
Los dos jóvenes se miraron extrañados y
obedecieron las indicaciones de su padre. Cuando la barca quedo inmóvil en las
tranquilas aguas, Kómmartt comenzó:
Cuentan
que un día el mar habló a los pescadores que faenaban en sus aguas y compartió
con ellos un secreto nunca antes sabido. No era la primera vez que el océano narraba
a los humanos alguna de sus historias, pero nunca una tan especial, cuyo conocimiento
se reservaba sólo a delfines y sirenas y que decía así:
Un día, el mar decidió que no se contentaba
con imitar el color del firmamento y que quería verlo más de cerca, así que mandó
a una gaviota a surcar el aire. Dicen que las gaviotas son el alma del mar. El
ave subió todo lo alto que pudo y dejó sonar su graznido, el cual fue devuelto
por el eco hasta llegar de nuevo al agua.
Fracasado
aquel intento, el mar pidió ayuda a la luna plateada, siempre quieta y
vanidosa, normalmente aburrida y juguetona con vientos y mareas.
-
¿Qué deseas?-, le dijo sonriente a la mar brava.
-
¡Quiero volar! Si me dejas subir, seré tu
esclavo-, contestó el mar orgulloso
La
luna, aguantando la mirada del agua embravecida, respondió muy seria:
-
Dame tu vida, la haré espuma de mar.
Y
al instante, mil gotas de espuma formaron blancas nubes que subían felices
hacia el cielo. La luna entregó al mar el don del vuelo, pero con la condición
de que mantuviera su alma siempre planeando sobre sus aguas, incluso en la
noche, pues a la luna la reconfortaba oír aquellos graznidos marinos.
Y
el mar así lo hizo, y las gaviotas, aves marineras, saludaban a diario a la
luna con alborozo, liberando su grito más salvaje en su peregrinar por todos
los mares.
Los dos jóvenes se mantuvieron en
silencio mirando al inmenso mar, dónde un par de gaviotas volaban a ras del
agua. Arriba, en el firmamento, la blanca luna aparecía majestuosa para
alumbrar una vez más la oscura noche.
Buenas noches, buen escribiente.
ResponderEliminarHoy nos deleitas con una bonita leyenda donde enfrentas a dos poderosos aliados como son el mar y la luna, condenados a vivir inseparables. El mar guardando el reflejo de la luna y la luna controlando las mareas del mar.
Como siempre, sigo fiel tus escritos.
Saludos templarios.
Te ha quedado un comentario digno de cualquier buen escritor. Se nota que la prosa corre por tus venas.
EliminarGracias como siempre por comentar mis relatos.
Un cordial saludo.
Muy bonita la leyenda :)
ResponderEliminarGracias, Alicia.
EliminarMe alegra que te haya gustado.
Muchas gracias por pasarte.
Bss
Me gustó mucho! c:
ResponderEliminarGracias, Piix.
EliminarMe alegra ver que sigues por aquí y mucho más que te gusta lo que voy escribiendo.
Un cordial saludo
Muy linda y fraternal.
ResponderEliminarGracias, Juan, por tus palabras.
EliminarUn saludo
¡Qué manera de darle explicacion a las cosas! Se me hace desesperante que sólo escribas los lunes, ¡exijo más! aunque tampoco estoy en posición de exigir, que yo también tendría que ponerme las pilas...
ResponderEliminarHa sido un relato muy bonito, nunca se me habría ocurrido esa forma de explicar la existencia de las nubes, y el dibujo es una auténtica pasada, qué juego con el color, qué amanecer más limpio. Me gusta :)
Tengo verdaderas presiones y amenazas "invitándome" a escribir más amenudo, pero de momento seguiré fiel a los lunes :)
EliminarMe alegra que te haya gustado y estoy totalmente de acuerdo contigo en el dibujo, es una verdadera pasada.
Gracias por pasarte y sí, tienes razón, llevabas tiempo sin escribir una entrada en tu blog ;)
muy bonita la historia
ResponderEliminarGracias por tus palabras, Nacho.
EliminarUn saludo
Me gustan tus descripciones. Te introducen en el lugar, cómo si estuvieras viéndolo. Me ha encantado especialmente el dibujo de este relato, muy logrado. Además, se agradece que la historia tenga principio y fin. ;D
ResponderEliminarNo te acostumbres mucho a lo de principio y fin, Mar. Ocurrirá pocas veces ;)
EliminarBss
Es una bonita leyenda.
ResponderEliminarFelicidades
Gracias por tus palabras y por seguir fielmente este blog.
EliminarUn abrazo
No está mal, aunque reconozco que me va mas la accion y los muertos ;)
ResponderEliminarSalva, entre tú y yo, y ahora que no nos lee nadie, a mí también.
EliminarUn saludo
Una poesía hecha relato o un relato hecho poesía...
ResponderEliminar¡Precioso!
Si tengo que elegir me quedo con que es una poesía hecha relato.
EliminarComo siempre, es un placer leer tus comentarios, Susana.
Bss
yo pensaba que las nubes se formaban de otra manera ;)
ResponderEliminarChssss, guárdame el secreto ;)
EliminarUn saludo y gracias por pasarte.
Muy bonito, Miguel
ResponderEliminarGracias, Teresa.
EliminarMe alegra que sigas por aquí.
Bss
Es una historia muy entrañable
ResponderEliminarFelicidades por el blog y por el libro
Agradezco mucho tus palabras, Valeria.
EliminarEspero que continúes comentando mis relatos y que sigan siendo de tu agrado.
Bss
una historia muy bonita y muy bien escrita
ResponderEliminarGracias, Luís.
EliminarMe alegra mucho que te haya gustado.
Un saludo
En tu linea
ResponderEliminarIntentaré entonces no salirme de ella.
EliminarGracias, Toni.
Casi no llego y se me junta con el de la siguiente semana
ResponderEliminarPreciosa leyenda
Ya te estaba poniendo falta, Mari Cruz.
EliminarGracias por pasarte una semana más.
Un saludo
Me ha gustado mucho la historia que el padre cuenta a sus hijos para explicarle el por que de la naturaleza que ven.
ResponderEliminarEs verdaderamente poético y las descripciones casi se palpan.
Yo he visto esos botes de colores, ese embarcadero... ese padre narrando esos cuentos a sus hijos sobre el mar tranquilo al atardecer...
Me ha gustado mucho.
Un beso
xoxo
Amarie
Libros hasta el Amanecer
Me alegra que te haya gustado, Amarie. Es la típica historia que a todos nos gustaría que nos contaran en un entorno como el del relato.
EliminarUn abrazo