Lukhard era un monarca pacífico, poco propenso a las disputas y dialogante con sus enemigos. No había un solo habitante en el reino que no sintiera auténtica devoción por su rey. Bueno, a decir verdad sí había alguien; Balgrón, su único hijo. El príncipe reunía en su carácter todo aquello de lo que adolecía Lukhard. Era un joven engreído, ambicioso, cruel y déspota. Acostumbraba a castigar a los aldeanos sólo por el placer de verlos sufrir. Ese comportamiento le había ocasionado varias discusiones con su padre que nunca obtuvieron resultados satisfactorios para el monarca. Sentía dolor cuando llegaban a sus oídos las atrocidades de Balgrón, pero lo amaba desde el día que lo acunó entre sus brazos por primera vez. Los señores del viento lo habían castigado llevándose a su joven esposa cuando sólo le había dado un heredero y el monarca no renunciaba a rescatar al buen hombre que se escondía tras la coraza de cólera que protegía al príncipe; al menos eso quería pensar
Cada mañana, el rey entrenaba a Balgrón en el manejo de la espada. Lukhard era el mejor con el acero y nadie lo había derrotado en combate, por eso quiso adiestrar a su hijo. El príncipe ponía todo su ímpetu en vencer a su padre, aunque nunca consiguió rozarlo siquiera. Después pagaba su rabia y frustración golpeando a sirvientes o violando a campesinas indefensas.
Una mañana nublada del ciclo solar inferior, Lukhard se dispuso a emprender uno de sus viajes periódicos por sus dominios. Al monarca le gustaba recorrer su reino para sentir el calor del pueblo. Visitaba todas las aldeas para conocer de primera mano las necesidades de sus súbditos. Le gustaba hablar con ellos, discutir sobre el clima, las cosechas, los tributos... Lukhard había pasado numerosas noches en vela junto al lecho de algún campesino moribundo o esperando el nacimiento de un nuevo aldeano.
Pero este viaje era diferente desde el principio. Un extraño sueño lo atormentaba; en él se veía arrodillado junto a un charco de color rojizo con el rostro cubierto de sangre. Aún así, Lukhard no permitiría que una pesadilla lo alejara de su pueblo y al amanecer salió del castillo con una pequeña escolta y su consejero personal.
Cerca de la aldea de Vienlia, un sonido atronador hizo que el monarca y su séquito frenaran la marcha. A su espalda, y con la velocidad con la que el viento hace girar la veleta, una docena de jinetes armados con espadas y ballestas se dirigía hacia ellos. Vestían atuendos oscuros y yelmos que les protegían las cabezas. Lukhard ordenó desmontar a sus guardias para repeler el ataque. Al desenvainar la espada observó como un muchacho, que llevaba siguiéndolos un buen trecho del camino, se escondía atemorizado detrás de una piedra. Lukhard le gritó para que corriera hacia la aldea, y el niño así lo hizo.
Los misteriosos atacantes cargaron con fuerza y acabaron en poco tiempo con la escolta del rey y con su fiel consejero. Lukhard se vio rodeado por doce guerreros que desmontaron de sus caballos para acorralarlo.
— ¿Quiénes sois? —preguntó el monarca.
Ninguno de los asaltantes contestó. El silbido de una flecha rompió el silencio al salir de una ballesta e impactar en la pierna de Lukhard, que cayó de rodillas con un gesto de dolor dibujado en su rostro. Cuando el rey se disponía a recibir con coraje la llegada de la muerte, un griterío estalló alrededor. Proveniente de la aldea, una masa enfurecida de campesinos y labradores se aproximaba hacia los atacantes de Lukhard. Éstos, sorprendidos por la aparición de tan singular hueste, se reagruparon y entablaron combate contra los defensores del monarca.
La batalla fue cruenta, las espadas rompían los rastrillos como si fueran ramas de olivo, pero los aldeanos no se rendían fácilmente y empleaban piedras y arena para desestabilizar a los soldados. Muchos campesinos sufrieron la amputación de piernas y brazos antes de morir. Lukhard se había incorporado y luchaba con ferocidad contra los asaltantes. Uno tras otro fueron cayendo hasta que quedó solamente uno en pie. El monarca se enfrentó al misterioso adversario, que cubría su rostro con un bacinete. Dos certeros estoques lograron herir a Lukhard en un brazo y una pierna, aunque en ningún momento sus rodillas tocaron tierra. Aprovechando que su rival se sentía vencedor, sacó fuerzas de su corazón y empuñó la espada con ambas manos hasta hundirla en el vientre del guerrero, que cayó fulminado salpicando de sangre el rostro del rey. Éste soltó su arma y se arrodilló junto al cuerpo sin vida para quitarle el yelmo. Con horror comprobó que era su hijo el que yacía tumbado sobre un charco de barro y sangre.
Lukhard lanzó un aullido de dolor como nunca antes se había escuchado en aquel valle.
Muy bueno. Es una historia que engancha desde el principio. Me ha resultado demasiado corta. Quiero mas!!!! :)
ResponderEliminarSaludos!!!!
Mario
Gracias, Mario.
EliminarNo te preocupes que tendrás más. Mucho más.
Un saludo
Me imaginé desde el principio cual sería el final, pero aun asi me ha gustado mucho. Siempre es un placer leerte.
ResponderEliminar¡¡¡¡un besote!!!!
Gracias, Ana.
EliminarSiempre es un placer leer tus comentarios.
Un beso
Creo que el rey sabía a ciencia cierta que su hijo se escondía tras el yelmo. La forma de pelear seguro que le resultó conocida y decidió acabar de una vez con quien perturbaba su tranquilidad.
ResponderEliminarUn relato excelente. Felicidades.
Saludos templarios
Es una hipótesis muy probable, Richard.
EliminarGracias por pasarte y comentar.
Un saludo.
Los finales siguen siendo tu fuerte,impactantes e inesperados,aunque reconozco que en esta ocasión me olía quien sería el atacante.Un abrazo
ResponderEliminarGracias, Lucinda.
EliminarMe alegra saber que te ha gustado, aunque te olieras el desenlace final.
Un abrazo
me ha encantado^^
ResponderEliminarFeliz día de Reyes, espero que te hayan traido muchas cosillas :3
besos!
No me puedo quejar, Marga. Se ve que he sido muy bueno este año ;)
EliminarUn beso
Gran historia. Sigue así que eres un gran escritor. Pronto
ResponderEliminarlo verán todos cuando salga el libro
Un saludo
Espero que no te equivoques en tu predicción, Salva.
EliminarUn abrazo y gracias por seguir por aquí.
¡Muy feliz 2014! Me encantó decubrir este blog en 2013 y por aquí seguiré este año. Este es uno de los mejores relatos que he leído. Tu saga pinta muy bien.
ResponderEliminar¡Un abrazo!
Gracias, Carlos.
EliminarPara mí es un honor saber que te tendré por aquí en este nuevo año. Sobre todo porque será el año en que saldrá publicado por fin el primero de los libros.
Un abrazo.
hijo odia a padre,padre mata a hijo sin querer, padre se queda con su corona y sin su principal problema... muy visto ;)
ResponderEliminarsaludos desde asturias
A ver, Javier, visto así... ;)
EliminarUn saludo y gracias por comentar este relato.
Hola Miguel
ResponderEliminarTe escribo unas palabras para decirte que he leido este estupendo relato y que me ha gustado mucho ^_^
Un beso
Me alegra saber que te ha gustado, Noe.
EliminarUn beso
Fabuloso enfrentamiento entre padre e hijo. Se me antojaba un combate nulo pero intenso e inacabable. Me gusta esta manera tuya de resolver los relatos.
ResponderEliminarEnhorabuena.
Gracias por tus palabras, Mari Cruz.
EliminarUn abrazo
Ayyy qué pasada de historia .Me gusta mucho cómo escribes, así que le tengo muchas ganas a tu saga!
ResponderEliminar¡Besos y abrazos!
Muchísimas gracias, Amelia.
EliminarEspero no defraudarte cuando leas los libros.
Un abrazo
Buenos días.
ResponderEliminarUn relato muy intenso. Reflejas muy bien la frustración de ese padre por intentar llegar a entenderse con su hijo y luego su dolor al matarlo a pesar de que intentó asesinarlo.
Un abrazo
De ahí la frase de qué no haría un padre por su hijo.
EliminarMuchas gracias por pasarte.
Un abrazo
Muy chulo el texto!!! En tu línea.. :)
ResponderEliminarUn besito y feliz año!
Feliz año, Irene.
EliminarGracias por tu comentario.
Un beso
Menuda descendencia. Con hijos asi, más vale tener perros. A ver cuando retomas los relatos con toque humorístico, que son mis preferidos.
ResponderEliminarUn beso.
Me comprometo a publicar en breve un relato con tintes de humor, Mar.
EliminarUn beso
se me ocurre un chiste malo y es que no cabe duda de que el hijo había perdido la cabeza jajajaja.
ResponderEliminarbuen relato
saludos
jeje, literalmente hablando podíamos decir que sí, así fue.
EliminarUn saludo
Un castigo demasiado severo para un rey tan bondadoso. Has sido muy cruel con el destino que le has propiciado :Ç
ResponderEliminarbesosss
¿Tú crees? Si te vas a poner así lo resucito en el próximo relato ;)
EliminarGracias por pasarte, Rosa.
Un beso
Hola Miguel. Me ha gustado bastante aunque yo le hubiera dado algo mas de profundidad. Quizas ahodar mas en la relación padre-hijo. Espero ansiosa el siguiente.
ResponderEliminar^^
Bueno, me hubiera gustado poder desarrollar más esa relación, pero me hubiera quedado un texto demasiado extenso.
EliminarMe alegro de que te haya gustado.
Un abrazo
A mi también se me ha hecho muy corta. Podrías hacerlas un poco mas extensas :)_:)_:)
ResponderEliminarun beso!!!
A ver, Laura, como poder, podría, pero ya no serían relatos cortos ;)
EliminarUn beso y gracias por seguir por aquí.
Gran relato
ResponderEliminarY me encanta la imagen!
Un abrazo
Gracias, Narciso.
EliminarTotalmente de acuerdo contigo en lo de las imágenes.
Un abrazo
Buenas noches Miguel. Me ha encantado esta historia de conspiración y asesinato. Sí, he dicho asesinato porque estoy seguro de que el rey sabía quien se escondía detrás del casco.
ResponderEliminarbsos
Elena
¿Tu crees?
EliminarNo sé, no sé... ;)
Gracias, Elena.
Un beso
Una vez más escondes el final haciendo que el lector imagine varios desenlaces posibles. Fantástico.
ResponderEliminarUn abrazo
Gracias, Débora.
EliminarBueno, esa es la esencia de los relatos cortos; ser capaz de sorprender con el final.
Un abrazo
Ayyyyyy, pobre hombre. Un relato muy interesante y bien escrito ;-)
ResponderEliminarGracias, Valeria.
EliminarMe alegra saber que te ha gustado.
Un abrazo
Buenooooooooo, me ha encantado
ResponderEliminarbesos
Me alegro mucho, Valen.
EliminarUn beso
Que historia tan emocionante, me encanta! Cada vez mas enganchado al blog y a tu saga. saludos!!!
ResponderEliminarGracias, Toni.
EliminarMe alegro de que todo sea de tu agrado.
Un saludo
Yo soy de las que se apunta a leer todo lo que escribas. Eres todo un descubrimiento ^^
ResponderEliminarUn beso
Vaya, me has sacado los colores, Luisa.
EliminarMuchas gracias por tus palabras.
Un beso
Hay que ser hijo para comprender a ese padre.....no se si pillas el doble fondo de la palabra hijo
ResponderEliminar:]
SALUDOS
Lo pillo, lo pillo, Mariam.
EliminarTodo un pedazo de hijo ;)
Un saludo
molt bo!!!!!
ResponderEliminarGracias, Roger.
EliminarUn saludo
Me encanta el relato y este final que no esperaba, es asombroso como siempre. Un post genial. Por que no escribes uno todos los días????? jajajajaja, besoos
ResponderEliminar¿Uno todos los días?... No sé yo si sería demasiado. ;)
EliminarGracias por tu comentario, Belén.
Un beso
Hola
ResponderEliminarMe ha encantado el relato, estoy deseando leer el siguiente
Estaré muy atento a la salida del libro
Un abrazo
Gracias, Francisco.
EliminarCada vez va quedando menos para que el libro vea la luz.
Un abrazo
Excelente!!!!!
ResponderEliminarGracias, Magali.
EliminarMe alegra saber que te ha gustado.
Un saludo.
Que genial historia! Que tremendo final! Enhorabuena Miguel! Buenas tardes!
ResponderEliminarMuchísimas gracias, Laura.
EliminarMe alegra mucho saber que te ha gustado.
Un abrazo
Fantástica lectura, enhorabuena. Saludos.
ResponderEliminarGracias, Josetxu.
EliminarMe alegra saber que te ha gustado.
Es un placer tenerte por aquí.
Un saludo