La música sonaba a lo lejos.
Asúrim le había prohibido, y esta vez muy en serio, que se acercara al salón de banquetes. El shayim estaba molesto con él por una tontería… Total, sólo había volatilizado uno de sus principales libros de hechizos. Su maestro no sabía valorar lo realmente importante: había logrado la combinación exacta de palabras para conseguir que las cosas desaparecieran. Vale que el libro de hechizos no era su objetivo, vale que no sabía cómo hacerlo regresar ni dónde lo había mandado, vale que no recordaba la combinación de palabras, pero, en el fondo, se sentía un triunfador porque lo había logrado. Todo lo demás tenía arreglo, no sabía cómo ni cuándo, pero lo conseguiría resolver
El mal humor del shayim había tenido una consecuencia inmediata; no podía acercarse
al salón del baile esa noche, por mucho que lo deseara. Tarákil había organizado una gran cena para agasajar a sus
consejeros, a la que estaban invitadas sus mujeres y sus descendientes. El
asunto prometía, ya que entre las damas que acudirían esa noche había muchas
aldeanas, de buenas familias, pero aldeanas que no conocían la corte y que
estaban deseando que un gran mago como él las guiara por los oscuros corredores
del castillo.
Era su oportunidad, ya que entre las damas de Myrthelaya poco tenía que hacer, ya habían sucumbido todas a sus
encantos de una manera u otra. Muchas se empeñaban en ignorarlo cuando pasaba a
su lado, pero sabía que era una singular forma de mostrarle su deseo.
El caso es que el shayim le había prohibido acudir al banquete y Asúrim había apoyado su decisión. Total,
que debía conformarse con ver los carromatos y los caballos de lejos,
escuchando la magnífica música de los juglares sin poder probar ni el más
mínimo bocado. De hecho, acababa de recordar que con todo el ajetreo no había
tomado su hogaza de pan con leche para la merienda ni las frutas dulces con
chocolate de antes de la cena. De hecho, estaba hambriento. Y los reyes debían
de dar de comer a los hambrientos, sobre todo si vivían en su castillo y tenían
preparada una gran cena. Decidido, se colaría en el comedor. Seguro que Tarákil entendería perfectamente su
postura y lo apoyaría.
En apenas cuatro zancadas se situó frente al portón central de entrada al
castillo. Allí había demasiados guardias y, conociendo al shayim, tendrían
instrucciones de no dejarlo pasar. Así que optó por buscar la indiferencia de
las cocineras, que aunque no se encontraban entre sus grandes amistades, porque
solían molestarse mucho cada vez que les robaba algo de lo que estaban
cocinando, como el pastel de berenjena o el de zanahoria, sería más fácil
engañarlas. Así que tomó prestada una túnica de soldado que había junto a las
caballerizas y se cubrió.
Las mujeres de la cocina ni se inmutaron al verlo. Estaban acostumbradas a que
la guardia personal de Tarákil
utilizara aquel camino para entrar al castillo. ¡Primera dificultad superada!
La segunda no tardó en presentarse ya que, tras deshacerse de la túnica, se
encontró de bruces con Marah. Su
mirada lo traspasó y cuándo empuñaba su espada para obligarlo a abandonar la
sala, un soldado borracho lo salvó, obligando a la capitana de la guardia a
ocuparse personalmente de él.
Bien, ya estaba en el salón principal. La comida abundaba y las jóvenes
brillaban como estrellas fugaces. Melandrón
no tenía sitio asignado, así que se colocó en una esquina, junto a la comitiva
de Balyeza. Trató de pasar
desapercibido mientras engullía todo lo que caía en sus manos.
Conforme transcurría el tiempo, la confianza se iba adueñando del aprendiz de
mago, que pronto olvidó que debía permanecer oculto, y comenzó a bailar como
un loco. Danzaba sin ritmo ni compás, buscando a las mujeres más hermosas para
voltearlas como si de peonzas se tratara, sin importarle que tuvieran
acompañante. Era tal su locura, que no se percató de que en su último giro la
mano que había tomado era masculina y el vestido que volaba con cada uno de sus
giros no era tal, sino una túnica de mago superior. Su mente fue clasificando los
datos sin emitir orden alguna a brazos y piernas, que seguían vapuleando a la
víctima de su ataque bailarín. Cuando por fin se detuvo y alzó la cabeza,
descubrió frente a él a la peor de sus pesadillas. El shayim echaba fuego por
la boca y no se trata de un símil. Casi le quema los cuatro pelos de la barba.
El hechicero pronunció suavemente unas melódicas palabras y Melandrón dejó de sentir las piernas, a
continuación añadió otra frase, y el aprendiz de brujo olvidó que tenía manos.
Las últimas palabras lo hicieron perder el sentido del tacto y agudizaron el
del olfato. Mela huyó despavorido del
brujo y no se detuvo hasta que alcanzó la cocina, donde esta vez lo recibieron
con una espléndida sonrisa y le hicieron todo tipo de carantoñas.
Bueno, la noche había comenzado mal, pero podía arreglarse, así que se dejó
querer. Se acercó hasta la más guapa de las cocineras y se echó en sus brazos. Ésta lo apretó con fuerza y lo levantó. Entonces, frente a él, pudo ver un
reluciente puchero en el que se dibujaba la hermosa moza que lo había agarrado,
pero Mela no estaba, en el lugar en el que supuestamente debía reflejarse, había
un hermoso cerdo rosado. Abrió la boca para gritar, pero de sus labios sólo se
escuchó una especie de gruñido. Entonces la luz alcanzó su cerebro y el miedo
sus entrañas… Y saltó y corrió como sólo un cochino es capaz de hacerlo.
Muy buen relato sobre este personaje tan especial. Tu manera de escribir hace que la lectura sea amena e intensa. Durante unos minutos te sientes incapaz de permanecer al margen de la historia que cuentas. Buen trabajo Miguel. Un beso muy fuerte.
ResponderEliminarMuchísimas gracias por tu comentario, Elena.
EliminarUn beso
¡Que buen relato!
ResponderEliminarAyer compré tu libro y ya lo estoy leyendo. Solo puedo decir una cosa: ¡¡¡Alucinante!!!
Felicidades.
Saludos
No sabes lo que me alegra saberlo. Espero que conforme vayas avanzando sigas con la misma ilusión y parecer.
EliminarUn saludo
En mi modesto juico pudo decir que es un muy buen relato. Tu estilo es inconfundible; fluido, con carácter y con fuerza en las descripciones. Que envidia de imaginación. Un saludo
ResponderEliminarMuchas gracias por tus palabras, Carlos.
EliminarUn saludo
jejeje muy bueno
ResponderEliminarGracias, Salva.
EliminarUn saludo
A mí el mago chapuzas siempre me ha parecido uno de los personajes a destacar de tu obra. Además, estoy convencido de que encierra algo misterioso que cuando diga de explotar nos va a dejar a todos sin palabras. ¿Me equivoco? ;)
ResponderEliminarAbrazos
No vas mal encaminado, Raven, aunque ya sabes que nunca desvelaría nada ;)
EliminarUn abrazo
Muy divertido y muy en la linea de Mela. Me encantó su papel en el el libro y me gusta saber mas cosas de su nada aburrida vida
ResponderEliminarSaludos y que pases una buena semana
Gracias, Francisco.
EliminarSin duda es uno de los personajes preferido por muchos lectores.
Un saludo
molt bo!!!
ResponderEliminarGracias, Roger.
EliminarUn saludo
Grandioso relato, divertido y original. Te deseo mucha suerte, que seguro la tendrás porque escribes muy bien, aunque eso ya te lo habrán dicho antes ^^
ResponderEliminarBesos
Gracias, Ainhoa.
EliminarUn beso
ResponderEliminar¡genial, fantástica y bien narrada! he disfrutado mucho de tu sentido del humor. bsosss.
Me alegra saberlo, Susana.
EliminarUn beso
Hola Miguel. Muy buena la historia. Felicitaciones.
ResponderEliminarMil gracias, Lucía.
EliminarUn saludo
Un relato curioso y original, jajaja. Muy ameno de leer. No me esperaba el final. Un saludo!
ResponderEliminarGracias, Fernando.
EliminarMe alegra saber que te ha gustado.
Un saludo
Me ha gustado mucho y me he quedado con ganas de seguir leyéndote más. No tardes en publicar el siguiente. Besos!
ResponderEliminarSara
En dos semanas lo tienes listo, Sara.
EliminarUn beso
maravilloso pero me he quedado también con las ganas porque era tan corto que me lo he leido en unos segundos :(
ResponderEliminarmuy bien. enhorabuena y muchos besos
Muchísimas gracias por tus palabras, Susana.
EliminarUn beso
Buen punto final! Aunque me da a mi que por mucho que cambie de aspecto, en cuanto recupero la apariencia volverá a las andadas ^_^ ¡Un beso!
ResponderEliminarBueno, ya sabemos cómo se las gasta el bueno de Mela.
EliminarGracias por pasarte, Belén.
Un beso
Fantástico!!!!!!
ResponderEliminarGracias, Laura.
EliminarUn saludo
Hola Miguel.
ResponderEliminarSigues en tu linea. Relatos cortos, fáciles de leer y que enganchan desde la primera palabra. No me canso de leerte ^^:^^
Un besote
Y espero que sigas sin cansarte, Irene.
EliminarUn beso
jajajajajaj Ole, ole y ole!!!!
ResponderEliminarEres un crakkk!!!!!!
Me has alegrado la noche con este relato
Muchos besos
Y tú me has alegrado el día con tu comentario ;)
EliminarGracias, Marga.
Un beso
Me ha encantado saber mas cosas sobre Mela ya que es mi personaje favorito. Espero que coja aun mas protagonismo en los demás libros. Un saludo
ResponderEliminarQue no te quepa duda, Valeria.
EliminarUn saludo
me ha encantado, sobre todo porque su lectura me inspira para mantenerme siempre joven y vivir las aventuras de los heroes de tus libros.besos
ResponderEliminarQué bonito comentario, Eva.
EliminarUn beso
jijijiiji :)
ResponderEliminarCreo que no me equivoco si digo que te ha resultado divertido, ¿verdad?
EliminarGracias, Amelia.
Un saludo
Es un relato muy gracioso y tierno, y no por el cochinillo de la foto, que tiene muy buena pinta, sino por el de la ilustración, que parece un angelito ^^
ResponderEliminarUn besazo
La verdad es que tanto uno como el otro son adorables.
EliminarGracias, Martina.
Un beso
Me ha gustado mucho, Miguel. Te contagia buen rollo cuando la lees.
ResponderEliminarSigue animándonos así las semanas.
Bsos
Eso espero, Rosa. Pondré todo mi empeño en ello.
EliminarUn beso
Brillante relato. Ingenioso por donde se mire. Se nota que lo has trabajado con la la calidad que te caracteriza. Un beso
ResponderEliminarMuchas gracias, Noe.
EliminarUn beso
Me ha gustado mucho. Saludos!
ResponderEliminarGema! (de Ferrol)
Muchísimas gracias, Gema.
EliminarUn saludo
Gracias por dejaros caer por aquí.
ResponderEliminarEcharé un vistazo a vuestro proyecto.
Un saludo
¡Muy bueno!
ResponderEliminarPobre Melandrón...
Sí, siempre metiéndose en follones. Es su naturaleza.
EliminarUn placer verte por aquí.
Un saludo